Entre los seis y los 10 años es cuando el menor ya no ve solo a sus iguales como compañeros de ocio sino que empieza a crear un vínculo emocional.

“Hacer amigos y tener una red de amistad es una adaptación humana importante, que nos ha ayudado a desarrollar la cultura acumulativa, clave en la evolución humana”, manifiesta el investigador Jesús Gómez Gardeñes, del Instituto de Biocomputación y Física de Sistemas Complejos de la Universidad de Zaragoza, una de las personas que ha trabajado en el estudio sobre el Funcionamiento de las Interacciones Humanas, publicado en la revista Nature Human Behaviour, en colaboración con investigadores del University College y la Universidad Queen Mary, ambas en Londres.

“Actualmente, disponemos de tecnología para expandir estas redes sociales, aumentando el flujo de información sobre un número mayor de personas. Esto permite a los seres humanos cooperar y trabajar juntos para construir cosas maravillosas. Sin embargo, aunque nuestro número de contactos en estas nuevas redes crezca gracias a los avances, el conjunto de personas con las que socializamos de una forma más auténtica siempre será mucho más reducido. Estos pequeños grandes lazos de amistad son uno de los secretos del éxito humano como especie”, apunta Gómez Gardeñes.

Ante la posibilidad de que nuestros hijos no sean capaces de establecer lazos de amistad con otros iguales, Díaz Marsá indica que “es importante que los padres no ‘etiqueten’ a los hijos de tímidos cuando les cuesta iniciarse en un grupo de amigos. Este tipo de crítica o la alusión constante a la falta de integración a un grupo pueden bajar su autoestima. Los padres pueden ayudar a sus hijos a tener amigos, dando ‘ejemplo’ del valor de la amistad”. Para favorecer la creación de lazos de amistad en edades tempranas, es esencial, según opinan los expertos, ayudarles a desarrollar la empatía así como enseñarles a dar y recibir.

Tomado de: https://elpais.com/elpais/2017/08/24/mamas_papas/1503579474_083511.html

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